No nos gustan los gritos. Llega una edad a la que uno ya no está para gente que chilla, da portazos o monta escenas en el IKEA. Como buenos rebeldes burgueses, seguimos tirando de clasicazos agudos, pero no cabe duda que hay un tiempo para todo. y cosas como el Back To Black (Epic, 1980) de AC/DC sólo es posible escucharlo del tirón si es usted miembro de uno de los clubes de fans de la banda. Nos hemos convertido en punk light, heavy metal zero o diet radical. Ante todo confort. Mucho confort.
Como en toda teoría, tenemos excepciones, y Crystal Castles es esta excepción. La voz histérica de Alice Glass, toda un riot girl reconvertida en fenómeno, vuelve ahora en la tercera entrega del dúo, que es sin duda el mejor disco hasta la fecha, a pesar del nivel abusivo de sus dos primeros trabajos.
(III) (Lies, 2012) es una obra singular de la fusión electrónica, en un terreno que bordea la experimentación y que nace de las entrañas del gótico, del clubbing, y al cual le sigue quedando la contaminación punk de su devastadora frontwoman. Si fueron capaces de recoger todos los elogios con su debut, un dulce y hortera electroclash en 8 bits y pudieron dar el salto para ponerse a la altura del mismo Robert Smith en (II) (Polydor, 2010), ahora firman una obra en la que la síntesis digital permanece, pero pierde el primer plano. La melodía se oscurece y las piezas se vuelven paradójicamente más bizarras y accesibles. Las voces de Alice Glass lo llenan todo y uno se ve inmerso en una especie de Pesadilla antes del Eurodance. “Plague”, “Wrath Of God” y “Kerosene”, cuyos títulos invitan a pensar más en el hardcore nórdico que un grupo de electrónica canadiense, son tres canciones imprescindibles de este 2012.
Crystal Castles hace tiempo que dejaron de ser una moda para convertirse en una de las realidades más interesantes de la música moderna. Pero si ustedes ya no están para gritos, lo entiendo. Faltaría más.
